miércoles, 30 de noviembre de 2011

Aquella noche triste de liberación

[Este relato va en un pedido especial que me hicieron]

Aquella noche triste de liberación


Tu voz quiebra el silencio ensordecedor, siempre con aquel tono al cual me entregué por completa. Me muevo de mi posición y el dolor de haber estado horas siendo utilizada de mesilla no llega a importarme en lo más mínimo. Sólo está tu voz llamándome, acariciándome desde lejos.

Acudo obediente, y mi cuerpo entero siente por adelantado lo que me pedirás ¿Será lo que siempre me pides?. Me humedezco y nada pareciera impedir aquello. Me arrodillo y le reverencio. Y es ahí cuando te levantas y comienzas a observarme: tu mirada autoritaria y protectora sobre mí espalda, sobre mis piernas, sobre mi cabello hacen que me muerda los labios y cierre mis ojos.

Sí, ahí está tu cariño invisible para el resto...demasiado concreto para mí. Adoro aquel cariño, adoro el cosquilleo que produces en mi piel.

Con la punta de tu zapato tocas mi trasero y me pides que lo levante. Lo hago lo más rápido que puedo y mi rostro se pega al piso.

Te das otra vuelta a mi alrededor, siento tus pasos cerca mío.

¿Hay algo malo en mí? Me encantaría preguntártelo, pedirte perdón, pedirte que me castigues. La vergüenza me asedia ahora, siento la repugnancia de haberte fallado.

—Di lo que tengas que decir—dices con intransigencia.

Quieres mis pensamientos ahora, quieres que te entregue mis temores, quieres que me entregue a ti completamente. Lo hago, lo hago cada respiro de mi vida, cada segundo. Soy tuya.

—¿Hay algo malo en mí, Mi Señor?—digo con temor a levantar mi mirada y ver tu rostro.

No me respondes, a cambio de eso, te sientas nuevamente.

—Levántate—dices.

Vuelvo a levantarme.

—Mírame Mor.

Siento un cosquilleo en mi nuca, en la punta de mis dedos, en mi estómago. ¿Me darás aquel honor?

Levanto mi rostro y mis ojos se dirigen hacia ti. Te veo y aquel regalo es algo tan grandioso para mí; me siento viva nuevamente. Eso lo sabes: mis ojos son mi vida. Tú eres mi vida.

Quisiera sonreírte, quisiera besarte, quisiera hacerte sentir bien...hacer que tu mente explotase de placer. Eso quiero para ti, amo.

Me miras y la excitación en tus ojos es latente. Puedo verte y ese es el don más preciado. Te excita mi desnudez, o mejor dicho, mi calentura reflejada en mi cuerpo.

Extiendes tu mano y veo que de ella cuelga la cadena. Me acerco y me arrodillo entre tus piernas. Te ofrezco mi cuello para que la enganches a mi collar. Me levanto y tu haces lo mismo. Eres muchísimo más alto que yo, soy un pequeño cuerpo cerca del tuyo.

Camino rápidamente siguiendo tus pasos y me adelanto para abrir la puerta de la habitación continua.

—De rodillas, ahora.

Y la calma con la que lo dices me sugiere tantas cosas.

—Eres mía.

Dices mientras te sacas tus pantalones.

—Si, Amo.

—Harás lo que yo diga

Dices mientras vuelves a tomar mi cadena y me indicas que me suba a la mesa de "revisión" de al frente.

Me arrodillo sobre la mesa y una vez más bajo mis hombros y mi cuerpo entero como reverencia. Te ofrezco mi cuello para que saques la cadena y lo haces lentamente.

¡Qué excitante suavidad en tus movimientos!

Tocas con la punta de la cadena mi espalda baja y me pides que suba nuevamente mi trasero.

Lo hago.

—Abre tus piernas—Dices mientras te acercas.

El calor de tu cuerpo se pega al mío. Puedo sentirlo, puedo sentir tu piel sobre la mía. Abro mis piernas rápidamente.

Te acercas a mí y con tu mano tocas mi entrepierna. No te sorprendes ni siquiera una pizca al tocar mi humedad ahí. Sólo dejas salir un pequeño quejido sordo.

—Levántate y chúpame el pico hasta que yo te diga—murmuró o quizás gruñó.

Yo me levanté obediente y comencé a lamer. Me extrañaba que no utilizaras la fusta conmigo, siempre me ponías en esa posición, en esa mesa, para nalguearme.

—No dije lamer, Mor, dije chupar.

—Lo siento, Señor.

Y comencé a chupar. Meterlo en mi boca una y otra vez, chupándolo hasta donde tú quisieras, apretando tu pene contra mi lengua. Lo hice. Lo hice una y otra vez. Y me encantaba hacerlo.

—Basta ahora.

Obedezco enseguida. Sé cuáles son las consecuencias de no obedecer y poner mis deseos en primer lugar.

Me quedo de rodillas al frente tuyo y acercas tu mano a mi boca.

Te beso la mano y me levanto. Quisiera mirarte una vez más, pero a cambio de aquello sólo bajo mi mirada y me quedo quieta.

—Siéntate en aquel banco y abre tus piernas nuevamente.

Lo hice y tu mirada toco el centro de mi cuerpo con fuerza. Quería que me lo metieses, que me lo metieses bien adentro y que lo hicieras una y otra vez. Sentí vergüenza de mis pensamientos ¡Quería que mi Amo hiciera algo a mi pedido!

Cerré mis ojos.

Y algo inesperado sucedió.

Tus dedos, tus hermosos dedos acariciaron mi mejilla. Podría haber muerto ahí, y haberlo hecho feliz. Podría haber escrito versos para ti.

Bajas tus dedos y acaricias los pliegues de mi vagina. Sólo necesitas del dedo índice para caer rendida.

—Gime.

Lo hago despacio. No se me había permitido gemir desde hace varios meses. No podía hacerlo. Gemir sin el permiso de mi amo me había costado no volver a gemir más. Escucho mi voz, el ronroneo que sale de mi garganta.

—Gime fuerte.

Dices mientras introduces en mí un dedo, dos dedos. Los mueves rápido y me gritas que gima, más y más.

Lo hago, mi señor. Lo hago tan fuerte y tan verdadero sólo para ti, por ti.

—Abre los ojos.

¿Que abra los ojos? Lo hago y sólo alcanzo a ver la punta de tu pene entrando rápidamente. Gimo fuerte y claro. Gimo y te miro—aquel privilegio que extrañamente me estabas dando—y tus ojos son perfectos, tu rostro es perfecto. Tu mirada es simplemente el peor castigo de todos ¿Cómo soportaría ahora mis días sin esa mirada directa en mí?

Me la metes una y otra vez. Fuerte y duro. Me la metes y me sabe a gloria todo. Me sabe a magia etérea volando sobre tu cuerpo.

—Bésame.

Dices y sé qué es lo que sucederá luego. Lo hago y la explosión del orgasmo me llena completamente. Me besas, como si el mundo se fuese a acabar y sé qué es lo que sucederá.

Me dejarás.

Una lágrima desobediente cae por mi rostro y sólo quisiera morir. Me miras y ahora no soy capaz de verte, perdí el privilegio.

—Quedas libre de cualquier ligamento con este lugar. Te libero de tus obligaciones.

Y las palabras resuenan en mis oídos como veneno. Te alejas de mí y extiendes tu mano para pedirme el collar.

La última orden que me darás. Saco el collar de mi cuello y mi vida pareciera irse de repente.

—No quiero una vida sin usted.

Digo y mi mirada sigue abajo, mirando tus pies.

—Ese es el problema, Mortrel. Ahora sale y vuelve a vivir sin mí.

Y aquellas palabras resuenan todos los días que me levanto, todos los días que salgo, todos los días que he estado sin ti.

sábado, 13 de agosto de 2011

Trío y esas cosas





¿Una o dos?

La pregunta tan básica y fácil de responder se hace compleja al preguntársela a diferentes hombres. ¿Una mujer o dos?

La mayoría diría que dos es el sueño ideal de cada hombre, sin pensar en su rendimiento luego con ambas mujeres. Luego, claramente, dirían que es una fantasía estar con dos mujeres a la vez...verlas desnudas, verlas moverse y hasta quizás verlas tocándose la una con la otra. No es raro lograr imaginarse lo placentero que puede llegar a ser aquello.

Es interesante cómo las fantasías varían entre sexo. Muy pocas mujeres estarían dispuestas a estar con dos hombres a la vez. Miedo, quizás, o inseguridad. No sería raro que una mujer preferiría hace un trio con otra mujer (MHM) a cualquier otra cosa que implique demasiados miembros viriles.

Lo que yo pensé al respecto, cuando me propusieron hacer un trio, fue ¿Realmente quiero esto? Una buena amiga me dijo que cierto hombre, amigo en común entre nosotras, estaba interesado en mí pero que no se atrevía a decírmelo por miedo a que le dijera que no.

Me sonreí al pensar en aquel amigo. Primero porque recordaba haber hablado con él un par de veces y su singular modo de llamarme “reina” todo el tiempo. Me reí abiertamente en pesar en hacer un trio con ambos pero sin pensarlo más de 1 minuto respondí que sí, que quería probar.

Acordamos juntarnos en la casa de mi amiga.

Primero llegué yo a su casa, venía saliendo de la ducha y me dijo que la esperara mientras se vestía. La miré y le dije que bueno. Me senté en uno de los sillones de la casa y esperé.

Ella volvió y nos pusimos a conversar. No la había visto desde hace un buen tiempo y la última vez que nos habíamos visto no logramos conversar realmente (Por razones de fuerza mayor, es decir, drogas). Me causó cierto nerviosismo escuchar el teléfono de ella, casi di un salto cuando ella contestó y me dijo en lenguaje de señas que era él.

Llamaba para decir que ya había llegado y que lo fuéramos a buscar. Recité un rosario de groserías varias, y como era verano, me dispuse a salir con una camiseta blanca y pantalones. Caminamos un par de cuadras y llegamos a donde estaba él.

Mi amiga se encargó de hacer las presentaciones y de entablar una conversación con él. Yo, por mi parte, estaba realmente nerviosa.

Llegamos a un negocio, en donde íbamos a comprar cigarros y jugo. Mi compañera se dispuso a hablar con el vendedor y yo quedé atrás, siendo inspeccionada por la mirada de él.

—¿Qué miras?—Le pregunté con una sonrisa característica mía.

Él me miró y se río nada más.

Yo me sonrojé y desvié la mirada para que él siguiera observándome con tranquilidad. Al notar mi incomodidad se acercó a mi amiga y le susurró algo—cosa que en realidad nunca supe— y ambos de rieron.

Salimos de la botillería y seguimos caminando a la casa de ella. Cuando entramos el lugar me pareció extrañamente pequeño. A leguas, cualquiera que hubiese sabido y me hubiese conocido lo suficiente, podría haber sido testigo de que yo estaba excitada. Mi cara era un verdadero chiste al intentar ocultarlo.

Mi amiga sugirió que tomáramos algo antes, para relajarnos y eso hicimos. Yo tomé Vodka junto con ella y el extraño tomó Ron.

Nos reímos, escuchamos música y cuando mi amiga fue al baño, yo me fui a sentar al sillón, justo al lado de él.

El sillón era pequeño, y él estaba justo en medio, por lo que cuando me senté, mi cadera se pegó a su pierna y mi pierna quedó arriba de su entrepierna.

Me sonreí con inocencia fingida. Y, por primera vez en la noche, lo miré y le hablé directamente. Fue una conversación corta y un tanto confusa. Salió del baño y se fue a sentar justo al otro lado de él y ella quedó en la misma posición que yo.

En un pestañear, quizás uno de esos largos, vi cómo mi amiga comenzaba a besarlo. Los miré lo que pareció una eternidad, hasta que ella me dijo que me acercara más. Lo hice y sentí, por primera vez, los labios de otra mujer sobre los míos.

Fue una sensación extraña, pero aquello no me detuvo a deslizar mi lengua por entre sus labios y besarla de verdad. Perdí nuevamente la noción del tiempo y me dispuse a abrir los ojos.

Él tenía una mirada rara, casi nunca había visto tanta atención puesta en mí. Sus ojos eran perfectamente expresivos. Podía leer en el brillo lo caliente que lo había puesto verme besar a mi amiga.

De mi garganta salió un ruido reprimido, una súplica y él me besó a cambio. Fue un beso lento, provocador. Podía sentir su miembro en mi muslo y sin querer sentía que yo me frotaba en torno a aquello.

Mi amiga se sonrió.

—Tengo cama, por si no sabían...—nos dijo, mientras se levantaba y me ayudaba a salir del sillón.

Fui la primera en perder toda la ropa. No me pareció extraño que ambos me viesen completamente desnuda.

Decidí que cualquier cosa que podría haberme acomplejado en ese momento, no me importaba...ni siquiera las cicatrices que tanto me molestaban siempre.

Mi amiga no se desnudó, pero se encargó de lanzarme en la cama y ponerse a horcajadas sobre mí. Pude sentir sus dedos, deslizándose hábilmente por entre mis piernas, justo hasta llegar a mi clítoris. Supe que quizás debía abrir los ojos y comprobar que aquello era cierto ¿era una mujer quien me estaba haciendo aquello?

Abrí mis ojos y la miré. La besé con una ternura que quizás nunca había expresado antes y luego dirigí mi mirada hacia él.

Ya no tenía ropa y nos miraba de una manera bastante lujuriosa. Se subió a la cama y se acercó a mí. Supe que quizás iba a perder mi control completamente esa noche.

Se acercó más e hizo que mi amiga se subiese completamente arriba mío. Me pidió que abriera mis piernas y, cuando supuse lo que iba a hacer, se me escapó un gemido anticipado.

Mi amiga no me dejaba gemir porque atrapaba con su boca cualquier sonido que podría haber salido, mientras que la otra persona se dedicaba a propinar suaves lamidas a mi clítoris.

Quizás él supo que yo quería algo más que su lengua—¿Cómo podría no enterarse, si yo levantaba mis caderas frenéticamente en busca de algo más?— y le dijo a mi amiga que se levantara. Mi amiga lo hizo e invertimos posiciones levemente. Ella quedó abajo y yo quedé entre sus pechos y entrepierna.

Comencé a lamer sus pezones y a escuchar sus gemidos instantáneamente. Deslicé una mano hasta sus labios vaginales y los abrí despacito. Ella estaba realmente mojada. Con el pulga comencé a acariciar de arriba a abajo muy suavemente. No tardó en sacudirse en espasmos de un orgasmo bastante claro.

Estaba claro que ella era multiorgásmica. Incluso se volvió molesto en un momento para mí, no por envidia, sino porque no alcanzábamos a hacer nada y ella ya estaba en un orgasmo.

Estaba en cuatro mientras hacía aquello, y pude sentir cómo él se deslizaba entre mis piernas y me penetraba. Fue un momento, un instante, de completo placer. Quizás demasiado, quizás algo que no me había pasado antes.

Claro, yo, disfruté como si aquello fuese mi sexo de despedida...

Mucho tiempo este trío fue parte de mis fantasías, pero más que eso, llenaba mis recuerdos de una extraña calidez y picardía que siempre había deseado tener en mis memorias.

Tan memorable, como ver la cara de él, mientras ambas le hacíamos sexo oral. Recuerdo haber enroscado más de una vez mi lengua, más de una vez intentando dejarlo todo para mí y lo gracioso de la situación en general ¿Realmente estar rogando para que me dejaran hacer más sexo oral a mí?

Recuerdo perfectamente que finalmente mi amiga descubrió que a mi me gustaba hacerlo, y como ella no es fanática de aquello, decidió dejarme sola.

Mm, ¿Qué más? El vívido de recuerdo de ellos teniendo sexo mañanero (Si bien, habiamos tirado toda la noche, antes de que amaneciera dejamos que él durmiera mientras nosotras nos quedamos tirando ¿Realmente es posible dormir de aquella forma?)

Tenian sexo de una forma tan perfecta que me llamo la atención más de la cuenta.Por un momento me sentí extasiada, como si estuviese viendo algo maravilloso. El modo en que ella se movía y su cuerpo se curvaba y las reacciones de él a cada movimiento de ella. Recuerdo haberme quedado tan quieta que pensaba que me fundía con la pared, una simple expectadora.

Luego ella se puso a dormir y, creo que por primera vez, tuve un hombre dentro mío con tanta conciencia y sentidos alterados, que lo sentí maravilloso. Quería más, mucho más, esa sensación...ese ardor. Quedé atrapada.

Mi primer trío, después de todo, no fue para destruir a un hombre entre dos mujeres. Más bien, fue una experiencia motivante, excitante...casi tanto como el hecho de que aprendí mucho.




Mmm, sí






Y de la nada un gemido se escapa de mi boca, arrasando con aquello todo tipo de rastro de decisión que podría haber quedado. Es difícil pensar ahora. Es imposible poder hilar palabras cuando te siento dentro mío, sucumbiendo al mismo abismo del cual pareciera estar rodeada ahora. Puedo sentir tu miembro dentro y mi ser entero pareciera querer estallar, derretirse, quebrarse o hacer cualquier cosa ante aquellas encantadoras sensaciones. No lo puedo evitar. Otro gemido se me escapa y otro más se enreda en mi garganta mientras pienso.

Puedo sentirme tan completamente fuera de mi mente que ni siquiera abrir los ojos puedo ¿Sentiré vértigo o aquella sensación de querer apretar los ojos nuevamente de placer?

Siento aquellos temblores en mi entrepierna, esa presión que me avisa que pronto me rendiré y que por un par de dulces segundos no recordaré ni mi nombre o quien era antes. Adorable. Me sonrío e intento abrir los ojos, pero todo está tan confuso allí afuera que realmente prefiero seguir moviendo mis caderas y, al parecer, también prefiero gemir y jadear como condenada a hacerlo de por vida.

Mmm, sí...

Levanto mis pechos para que los acaricies, para que tu lengua, Mm, llena de humedad y esa provocación extraña me toque. Lo haces. Haces justo lo que deseaba que hicieras y unos extraños ruidos se escapan de mi boca ¿Acaso fue un ronroneo?

Y simplemente pasa.

Los movimientos se detienen en mi mente y las sensaciones se multiplican. Cada extremo de mi cuerpo pareciera querer estallar y realmente mi nombre es....me da igual.

Puedo sentir esas deliciosas contracciones en mi entrepierna, apretandote involuntariamente para que te quedes un rato más.

Oh, y por último, cabe abrir los ojos y descubrir si aquello era verdad o todo era un condenado sueño...

¿Realmente es necesario abrir los ojos? ¿No se puede simplemente estar con los ojos cerrados hasta que mi mente copie de forma perfecta todo?

Damn it...

domingo, 10 de julio de 2011

El cine y sus ventajas





Las cosas parecían ir mal en mi vida: desde los estudios hasta los hombres. Recuerdo que fue un periodo en donde rechacé muchas invitaciones, muchas propuestas que por lo general me encantaba aceptar—En otro momento hablaré del porqué me salté esa historia que va justo en medio de esta.

No sabía qué me pasaba, o quizás, en el fondo sabía que no quería convertirme en la típica mujer ninfómana de la cual todos los hombres creen que pueden abusar. No, no quería aquello. Por orgullo...porque en el fondo también soy mujer y también tengo sentimientos.

En ese momento, descubrí que tal vez debía comenzar a aceptar que me quedaría sola, después de todo ¿Qué persona puede aceptar y comprender en absoluto lo que me pasaba? Quizás alguien con el mismo trastorno que yo, pero hacer entender a un hombre aquello...Pff, imposible.

Recuerdo que me comencé a apagar, obvio, tenía mis ganas reprimidas completamente y aquello no me estaba haciendo bien. Es por eso que acepté salir con un amigo, al cine...algo muy inocente.

Quedamos de juntarnos en el cine que estaba justo en medio de la cuidad—él vivía en un extremo y yo en el otro—, nos vimos y conversamos un rato antes de entrar a la película. Realmente es muy difícil que un hombre supla mi curiosidad o mis ganas de algo fuera de lo común. La gran mayoría quiere sexo y la otra pequeña parte quiere una relación estable por diferentes razones. Cuando lo vi, supe que él era del tipo que sólo quería sexo...me pareció bien, incluso excelente. Jamás podría haberlo tenido a él como pareja.

No recuerdo la película, pero sí recuerdo lo bien que la pasé mientras duró esa película.


Besaba bien y fue un excelente comienzo. Me rio al escribir de esta persona, no sé realmente porqué. Resultó interesante sentarme en las butacas del cine y comprobar que al lado mío estaba él, espectante no por la película, sino por mi reacción a su beso improvisado.

Recuerdo haberme reido y haber mandado a la mierda mis ganas de algo más...entendí y caí en la cuenta de muchas cosas en ese momento, quizás más allá de lo que solía llegar mi pensamiento. No podía tener nada serio con nadie porque realmente tenía miedo a la palabra "amor"—claro, en otro momento explicaré ese miedo— y me pareció lo más correcto del mundo estar con aquel desconocido en el cine.

Fue la primera vez que tuve sexo en un lugar público.

Recuerdo que entendí perfectamente la sexualidad masculina, porque por un momento me sentí con el mismo libido. Después de intentar no llamar la atención de todo el resto de la sala, cosa que fue muy difícil con él y su mano en mi entrepierna, él me dijo que iba a bajar a la puerta y que lo esperara ahí. Yo, obedientemente lo seguí.

Cuando llegamos a la puerta, me di cuenta de que había una pequeña salita justo abajo de los asientos del cine. Entramos ahí, cerramos la puerta y yo saqué mi encendedor para saber en dónde me había metido.

El lugar estaba vacío, lo cuál me pareció perfecto.

—Apaga el encendedor y ven para acá—Me dijo, mientras avanzaba al fondo del pequeño armario.

Apagué el encendedor enseguida y me acerqué a él a tientas. Lo toqué y enseguida él supo dónde estaba mi boca.

Nos besamos, justo del tipo de beso que me gusta a mí. De esos besos que te encienden aun cuando estés muriendo de aburrimiento o que te calientan a tal punto de hacer la locura que estaba haciendo en ese momento.

Dejé escapar un gemido cuando él me permitió respirar y sin preguntar en realidad, bajé mis manos a su entrepierna a aquel bulto que me estaba tocando en la cadera. Me sonreí al escucharlo gemir.

—¿Te puedes desabrochar los pantalones?—le dije, tras muchos intentos de desabrocharlos yo misma.

Supe que se estaba riendo al escuchar mi voz tan ronca y enojada a la vez.

Me hizo caso enseguida y casi automáticamente pude deslizar mi mano por entre su boxer y tocar su erección. Solté un ruido de excitación al notarlo tan duro. Lo saqué hacia afuera y lo rocé con mi entrepierna que aún llevaba pantalón. Me sentí completamente inexperta ¿Cómo se suponía que uno debía hacerlo en estos casos?

—Ahora puedes chupármelo...—me dijo él, tras recordarme en el cine con ganas de hacerlo (Mi cara, tan condenadamente expresiva, denotaba un directo interés por tener su pene en mi boca).

Yo sonreí y me arrodillé al frente de él, con la pared justo detrás mío.

Lo metí directamente en mi boca: quería sentir aquella sensación que tanto me gustaba. Lo tuve ahí, sin hacer nada, por un buen rato y luego lo saqué de mi boca. Me hubiese encantado poder mirarlo en aquel momento. Guiándome por mi lengua, comprobé todo lo que necesitaba saber en ese momento. Descubrí que tenía el frenillo realmente sensible y que le gustaba que lo metiera en mi boca mientras la apretaba.

Luego de un rato de hacerlo, él me dice que me detenga. Me toma desde la cadera y me ayuda a pararme. Me comienza a desabotonar los pantalones y a bajarlos junto con mi ropa interior.

Luego de que mi ropa quedase acumulada por completo en mis tobillos él me dijo que me agachara y me pusiera en cuatro. Hice caso inmediatamente y esperé paciente hasta que sentí sus manos nuevamente tocándome.

Hacía unas cosas maravillosas con sus dedos, pero lo que yo quería era que me lo metiese y él lo entendió rápidamente. Cuando me hizo apoyar mi cabeza contra el suelo y levantar el trasero lo hice con una obediencia y sumisión admirable. Y cuando me comenzó a penetrar supe que quizás su "amigo" era demasiado grande para mí, que recién había perdido la virginidad y nunca más había practicado mucho.

Claro que dolió, pero fue de esos dolores que no duran mucho y que son remplazados por placer enseguida. Sí, no había nada más placentero que sentirlo adentro mío, incluso pensé que perdería el conocimiento en ese momento. Fue gracioso en realidad.

Esa vez, justo antes de correrse él me preguntó en dónde lo quería. Me sonreí al comprobar que mi mente me decía que probara en la boca nuevamente. Y sin meditarlo mucho me vi recibiendo su semen en mi boca.

Esa vez lo controlé a la perfección, sin manchar nada y sin ahogarme. Me sentí realizada.

Después de arreglarnos la ropa, yo salí primero del lugar y me fui a sentar, después de un buen rato llegó él con una bebida y claro, yo estaba completamente sedienta.

Tomé bebida y luego intenté concentrarme en la película, la cual estaba terminando....

—Oye—Me dijo—¿Te puedo hacer una pregunta?

Yo lo miré y le sonreí asintiendo con la cabeza.

—¿Qué hiciste con el semen..?—Me preguntó con una sonrisa de incredulidad.

Yo lo miré nuevamente y le sonreí.

—Lo tragué ¿No es eso lo hay que hacer en esos casos?


Me miró con cara de calentura nuevamente. ¿Aquella idea lo había excitado?

—Mmm, por lo general las mujeres normales lo escupen—me susurró después de un rato.

Yo lo miré nuevamente y me sonrojé.

—Mmm, bueno, no creo ser una mujer normal—le dije mientras volvía a besarlo con una sonrisa en mis labios.

Después de aquella ida al cine, se repitieron muchas más. Llegué a "ver" toda la cartelera del cine y a entrar a películas que ya había visto antes. Me da mucha risa aquello.

Después del tiempo, aquel hombre se convirtió en un buen acompañante. La paciencia y el tiempo que me dedicó para aprender es algo realmente interesante.

Quizás sea nombrado más de una vez en este blog.



lunes, 27 de junio de 2011

Entre otras cosas



La segunda vez que hice sexo oral, creo que fue la vez que la pasé más mal, por el simple hecho de que la persona que escogí realmente no la escogí, él se escogió y no paró de molestarme hasta que lo hice.

Quizás está bien meterse el miembro en la boca un rato, chuparlo y esas cosas, pero cuando se agregan otros factores, no es tan “rico” como podría llegar a serlo.

Recuerdo que era sábado y había salido con dos amigas al barrio Suecia, en donde está lleno de pubs y discotecas. Es impresionante lo mal que me hace tomar alcohol en público. Ahora me río, pero en ése momento no fue muy agradable.

Recuerdo haber tomado un par de ron-colas y cerveza, quizás. Nunca tomo en público o con hombres presentes, porque literalmente subo a un grado de excitación. Aquello lo había descubierto desde que comencé a tomar alcohol, pero se potencializó con la pérdida de la virginidad...ya nada podía detenerme, excepto el control sobre mi misma que siempre había tenido.

Me recuerdo bailando, conversando, tomando y de repente, me recuerdo a mi misma mirando con detenimiento cada persona del lugar. Era la primera vez que iba a una disco sin ser virgen, y aquello no me gustó en absoluto.

Me vi completamente caliente. Ni siquiera un poquito, sino que claramente excitada: los ojos levemente vidriosos, me molestaba la garganta, los pechos los tenía sensibles y claro, estaba la humedad entre mis piernas.

Un tipo se me acercó y me preguntó si quería bailar. Lo miré y sin pensar las consecuencias, salí a bailar. Me sentí torturada, literalmente torturada en ese momento.

No solo tenía problemas con la temperatura, sino que mi compañero de baile estaba obviamente empedernido en hacerme perder el control. Recuerdo el baile y los gemidos que dejé salir mientras bailaba. No era justo que él estuviese haciendo aquello. Lo miré y sin perder mucho el tiempo lo besé hasta que casi me ahogo. Me sonreí y se me salió el típico ronroneo que sin ninguna palabra decía muchas cosas.

Fue la primera vez que dejé a mis amigas abandonadas. Ellas siempre lo hacían, así que no me pareció raro irme con él a un lugar más privado.

Recuerdo haberme bajado de la micro y de ir caminando. De repente él me arrinconaba en una de las paredes y me subía la polera para agarrar mis pechos con sus manos y luego morder mis pezones con su boca.

Llegamos a un parque, en donde nos sentamos un rato. Las micros pasaban por al lado de nosotros, pero en realidad aquello poco me importó.

Sacó de entre el cierre de su pantalón y su boxer, algo que me pareció interesante y que por un par de segundos me hizo reír. Sin preguntárselo me levanté y me arrodillé justo al frente, entre sus piernas para luego meterme en mi boca su erección.

Estuve un rato, hasta que él me dice que me detenga porque venía gente por la calle. Me reí y me senté en la banca nuevamente para disimular un poco.

—¿Vamos?—le dije.

Él me miró y se levantó. Caminamos lo que habrá sido media cuadra, hasta llegar a otra banca en donde nos sentamos y volví a chuparsela. De repente él me dice que me baje los pantalones. Lo miro y me río.

—¡Estamos en Grecia con Pedro de Valdivia!—Le reclamé mientras me bajaba los pantalones y me ponía en alguna posición para que me la metiese.

Lo hizo y yo gemí. Él me tapó la boca y se rió.

—Te van a escuchar los vecinos...—me susurró mientras volvía a metérmela.

Entre risas, chupadas y metidas llegamos al departamento, pero claro, no tenía la condenadas llaves y tuvimos que entrar a la escalera de emergencia. Me senté en el suelo y lo miré por primera vez sin alcohol. No me gustó, era un niño para mí.

—¿cuántos años tienes?—le pregunté

—21— me dijo y me besó.

En ese momento, cuando la curadera ya había pasado, no quise estar con él en ese momento. Ni siquiera su forma de besar me gustaba, era tan de niño...demasiado inocente, demasiado inseguro. Me separé de él y sentí que debía irme. Ni siquiera estaba caliente y él ni siquiera recordaría mi nombre al otro día.

—mejor me voy—le dije y él se quedó mirando mi boca.

Lo sacudí y el me miró a los ojos.

—no te vayas todavía—me dijo mientras me ofrecía nuevamente su pene.

Me reí y cerré mi boca para que ni intentara meterlo ahí.

—Ya po, chúpamelo un poquito y te vas—me dijo.

Lo miré y sin pensarlo mucho le contesté “un poquito no más y me voy”. Claro, aquello se transformó en la peor experiencia que he tenido hasta ahora. Porque está bien estar un rato teniendo sexo oral, pero claro, siempre está la compensación a aquello...y en este caso, nada de eso pasó.

Me lo sacaba de la boca y perdía la erección. Me pareció de lo más deprimente que un niño tan joven tuviese aquellos problemas. Llegado un momento, me dijo que me dejaba ir cuando él se corriese. Yo lo miré con mi cara de emputecida y por primera vez me dieron ganas de mordérsela y salir corriendo, pero no lo hice.

Dejé que se follara mi boca y luego, cuando me dice que se va a correr y me pregunta dónde lo quiero, pensé seriamente en decirle que no me tirara ninguna de sus cosas a mí, pero tenía la curiosidad de saber qué gusto tenía el semen. Le dije en la boca.

Tres segundos después me vi inundada de un liquido pegajoso, con un sabor extraño que no conocía de ninguna parte. No pude tragarlo todo, porque era demasiado así que desvié el miembro de él hacia la pared, la cual ensució completamente.

Estuve un rato pensando. Me arreglé la ropa, lo miré y le dije “chao”. Salí de las escalera de emergencia como a las seis de la mañana, bajé al paradero y tomé la micro hacia mi casa. Sentía en mi boca el sabor aún, incluso sentía mi cara sucia y el cuerpo con olor a sexo. Me miré en uno de los reflejos de la ventana y comprobé para mi horror, que tenía la cara sucia, el pelo desordenado y olor a alcohol y a semen.

Me reí. Me puse los audífonos y me quedé dormida en el asiento de la micro. Llegué a mi casa, me lavé los dientes, me bañé, me puse el pijama y me dormí.

Aprendí bastantes cosas aquella noche: no tomar alcohol con hombres presentes, no irme con desconocidos... y comprobé por completo que no me gustan los hombres de mi edad.


domingo, 26 de junio de 2011

Eso

Luego de esperar años y cumplir la mayoría de edad suficiente para poder salir con “mayores” y que no fuese ilegal, decidí que era tiempo de comenzar a realizar las millones de fantasías que me atormentaron en la mayoría de mi adolescencia.

Lo primero que debía hacer era perder la molesta virginidad.

Recuerdo que un par de amigo se habían ofrecido para ayudarme, y finalmente, elegí al mayor de ellos que por razones obvias no nombraré de nombre y apellido.

Lo vi y no me gustó. Sentí que era demasiado pequeño para mí, pero de todas formas decidí seguir y ver qué pasaba a continuación. Hablamos un rato, lo que para mi fueron horas quizás, y luego sin más previo aviso, me besó.

Fue un beso lento, casi infantil, pero en ese momento me agradó. El simple conocimiento de saber lo que iba a pasar me hizo soltar un gemido en su boca y conseguir que él me mirase sorprendido. Realmente no sabía cómo debían actuar las jóvenes vírgenes, porque nunca lo había sido más que físicamente.

Recuerdo haber estado sentada al lado de él, acurrucada, besándolo y el siguiente recuerdo es estar a horcajadas sobre él, frotando mi cuerpo contra la entrepierna de él. Aquellas sensaciones fueron nuevas para mí, después de todo, jamás había practicado ningún tipo de sexo antes...por ende no tenía ni idea de lo maravilloso que se sentía el miembro excitado pidiendo salir del pantalón.

Lo primero que quise hacer, cuando ya casi no había ropa, fue sentir el miembro de él entre mis manos, sin ningún tipo de impedimento. Me sorprendí nuevamente, por la anatomía tan erótica que tenía.

Miré a mi compañero y tenía los ojos cerrados. Supuse que el movimiento de mi mano no estaba del todo mal, pero lo que yo realmente quería era meterlo en mi boca—como en la fantasía más básica de mi adolescencia. Se lo intenté preguntar de la forma más virginal que encontré, aún cuando en mi mente sólo lograba encontrar frases como “puedo chuparte el pico” o “Fóllame la boca”.

Finalmente, al ver mi desesperación por intentar decirlo correctamente, me dijo “chúpamelo un ratito”. Mi sonrisa de ese momento fue tan angelical que incluso él se sonrió.

Él iba a decir algo y justo antes de que pudiera hacerlo, comencé a pasar mi lengua por su glande y luego lo metí en mi boca para chuparlo. Era suave y blando, lo apreté con mis labios y bajé la punta de mi lengua lamiendo todo. Descubrí que me había encantado, simplemente eso.

Por supuesto, lo inexperta y el factor “miedo” jugaron un papel importante, pero obviando aquellos dos conceptos, el hecho de descubrir y de sentir en carne propia lo que era el famoso “sexo oral” me bastó. Disfruté cada segundo en que estuve haciéndolo; cada momento en que mi boca chupaba y mi lengua se colaba por entre el pliegue y el glande.

Claro, como había dicho “un ratito”, me dijo que me detuviera. Yo lo quedé mirando, con mis labios sujetando su miembro y una sonrisa de: si no puedes ofrecerme algo mejor, no me detengas.

—Ven, súbete a la cama—me dijo mientras tomaba una de mis manos y me ayudaba a subir.

Me puso de espaldas y abrió mis piernas con cuidado. Lo miré aterrada por lo que podría pasar a continuación y él me dijo que no me preocupara, que aún no lo iba a hacer. Le sonreí confiada en su criterio y me besó. Y cuando lo hizo, se acercó a mí, posando la cabeza de su miembro cerca de mi labios vaginales. Tomó su miembro y comenzó a masturbar mi clítoris con él.

Luego, sin previo aviso, bajó su cuerpo hasta mi entrepierna y su boca quedó justo al frente de lo que parecía el lugar más húmedo del lugar. Me sonreí y luego me mordí los labios al sentir uno de sus dedos deslizándose por entre mis labios: despacio, casi sin fuerza, como si fuese algo que estuviese haciendo al leer...ese condenado movimiento de dedos que me hizo gemir por lo que parecieron horas.

Abrió mis piernas más y comenzó a pasar la yema de su dedo índice por mi clítoris, apenas rozándolo, haciéndome sentir un cosquilleo por todas partes. Jamás me había tocado alguien de ese modo tan íntimo y tortuoso, ni siquiera yo lo hacía.

Sentí un movimiento rápido, casi fugaz, en donde él pasó su lengua rápida y profundamente desde el centro de la humedad hasta el clítoris hinchado y moribundo.

Luego de aquello supe perfectamente lo que venía. Él pasando su lengua rápidamente por el mismo lugar, masturbando de aquel modo y haciendo que me retorciera en la cama.

Recuerdo que mi primer orgasmo no tardó en llegar. Fue éxtasis y fue explotar en quinientos mil fragmentos de colores que se pegaban en las paredes de mi cuerpo, provocando un escozor, calor y placer que no pude controlar muy bien.

Cuando volví en sí me vi yendo nuevamente al mismo lugar y volviendo y yendo. Ni siquiera me había percatado de que estaba levantando las caderas y moviéndolas al son de la lengua de él.

Él se detiene y yo quedé botada, muerta por un rato en donde él se pone encima mío y comienza a masturbarme de la misma forma que lo había hecho anteriormente. Abrí los ojos y descubrí que quería que él me la metiese, quería tenerlo dentro mío...y dejarme de tonteras.

—¿lo quieres adentro?—me preguntó luego de un rato y yo abrí mis ojos, lo miré y sonreí como tonta.

—Sí—apenas dije.

Él puso mis piernas en sus hombros, tomo la base de su pene y la dirigió hacia mi orificio.

Comenzar a meter algo de aquel porte dentro mío fue horrible. El dolor era bastante, pero mi calentura era insoportable por lo que no alegué mucho.

Hubo un momento en que le dije que no siguiera, me miró y se estaba apunto de separar de mí, cuando me arrepentí y le dije que lo hiciera.

Creo que la frase que más adoré fue “ya está adentro”. Lo miré y lo besé, ya no inocentemente, sino que imitando lo que pasaría después. Moví mi cadera un poco y la unión de los cuerpos ya no era tan molesta como al principio, entonces él comprendió que debía seguir.

Se movió lento al principio, esperando que me acostumbrase y eso fue lo que hice. No fueron las sensaciones más agradables que he tenido, pero si me gustaron bastante.

Él salió de mí y me miró. Me reí y le dije “gracias”. Él me dijo “Ya no eres más una virginal niña”. Yo lo miré y por primera vez en mucho tiempo, sentí alivio. Me vestí y fuimos a esperar la micro.

Después de una cálida despedida, decidí que no quería verlo más en mi vida...y eso es lo que hice desde aquel momento.

Presentación con lógica básica





Nunca supe porqué pero jamás me gustaron los hombres de mi edad. Desde pequeña, cuando tuve consciencia de mi sexualidad en sí, no pude ser capaz de interesarme por alguien que fuese mi par, ni siquiera un poquito. Los miro, incluso ahora, y me parece que no son lo que quiero.

A corta edad me diagnosticaron un trastorno anímico que conllevaba una hipersexualidad o una manía excesiva por la sexualidad humana. Es interesante saber que gracias a aquello, he tenido diferentes resultados en mi vida.

Quizás la introducción a esta historia sea aquella simple explicación, más un par más, pero más que aquello, con esta historia me gustaría explicarle a aquellas personas que se han visto involucradas en mi manía, que en cierto modo, han deseado ser víctimas por un par de días...el porqué de lo que soy.

Los relatos contados a continuación van en orden cronológico, según mis recuerdos. Fantasías, relatos eróticos y algunas veces simples razonamientos a la sexualidad en sí.