viernes, 7 de septiembre de 2012

Una transacción monetaria



—"¿Y cuál sería una de tus fantasías no realizadas?"—me preguntaron una vez, con cierta curiosidad humana.

—"Mmmmm"—Me quedé pensando varios minutos y nada se me venía a mi cabeza.

La pantalla del computador seguía brillando ahí y la pregunta estaba hecha.

—"No sé, creo que ninguna por el momento"—contesté tecleando rápidamente.

La respuesta saltó ahí.

—"¿Alguna vez has fantaseado con que te paguen por sexo?"—me preguntó y rápidamente supuse a donde iba todo.

—"Algunas veces he pensado en aceptar plata...pero no sé, me da cosa"—contesté con una sonrisita que quería decir más.

Apreté mis manos y solté mis dedos para seguir escribiendo. Antes de enviar nada, otra vez una linea sugerente se asomó ahí.

—"¿No te interesa chupármela por 20 mil?"—Me sonreí y mi garganta se secó un tanto.

—"Mmmm"—puse sólo aquello en la ventana de la conversación.

Claro que me había excitado esa idea, en definitiva, comenzaba a funcionar como una fantasía interesante de realizar.

—"No tendrías que tragarlo, pero sería genial probar eso"—agregó al rato.

Miré una vez más la pantalla y sin pensarlo mucho volví a teclear.

—"Podríamos juntarnos mañana, ¿Conoces el teatro de la Chile?"—le pregunté.

—"¿Quién no lo conoce? Jaja, está en Plaza Italia...¿Quién no conoce Plaza Italia?"—me reí y por las risas supuse que él también.

Realmente había sido una pregunta idiota.

—"Juntémonos ahí a las dos del a tarde, entro tarde a la universidad"—agregué en el párrafo.

—"Mañana entonces"—puso y un icono sonriendo—"Acuérdate que el de pelo largo rubio soy yo"

—"y tú acuérdate que no me gustan los rubios"—le dije ente risas.

Esa noche no podía dejar de pensar en lo que pasaría al otro día. Me daba vueltas y las imágenes eróticas se me venían a la cabeza una y otra vez, como un anticipo, como una promesa de algo nuevo a mis sentidos.

Me levanté y mientras pasaba el día sabía que a las dos de la tarde sabría lo que era prestar servicios sexuales. Me sonreía y fantaseaba.

Miré el techo del teatro de la universidad de Chile y justo debajo estaba mi compañero de charlas. Me sonreí y fui a saludarlo, recordé que era tímido así que simplemente hablé poco.

Caminamos por los sectores y, sin pensarlo mucho, se me ocurrió ingresar a un edificio antiguo del sector. Habían dejado la puerta abierta y parecía bastante tranquilo. Lo arrastré adentro y subimos al último piso del edificio, el cual sólo tenía dos departamentos por planta y unas pequeñas escaleras.

—Ya—dije con rapidez—tú mira esa puerta—le dije mientras apuntaba la puerta de uno de los departamentos—y fíjate que no venga nadie.

Se sonrió y se bajó el cierre del pantalón. Las puntas de mis dedos comenzaron a sentirse ansiosas y lo miré. No lo pensé mucho, nada en realidad, simplemente me arrodille y lo miré hacia arriba.

—Sácamelo y métetelo en la boca—me dijo con la voz media ronca, con una sonrisa extraña.

Lo miré unos segundos, miré al rededor y sin muchos apuros comencé a chuparlo. Era lo que había estado esperando todo el día, después de todo. Muchas mujeres quizás no entienden lo erótico y poderoso que puede ser hacerlo. Pues para mí, sentir la caderas intentando meterlo más adentro en la garganta, sus manos ansiosas intentando agarrar lo que sea y sus rostros: llenos de una carga placentera. Todo, todo en ellos se vuelve erótico.

Sentía su miembro dentro de mi boca y me concentraba en chuparlo nada más, de lamer y absorber la textura.

—Mírame—escuche decir y mis ojos automáticamente se abrieron.

Lo saqué de mi boca y lo miré. Comencé lento nuevamente, pasando con cierta incitación mi lengua en la base de su pene, mi lengua acariciando su frenillo... mis labios ahí, chupando de arriba a abajo. Y mis ojos se mantuvieron abiertos, atentos a sus facciones.

Luego de minutos me pidió que volviera a meterlo en mi boca. Lo hice y agarró mi pelo y empujó mi cabeza contra su pelvis, una y otra vez.

—¿Dónde quieres que te acabe?—me preguntó luego de un rato.

Pensé en mi cara, pero no tenía pañuelo ni nada para limpiarme.

—En mi boca—dije sonriendo.

Soltó lo que parecía un gruñido ronco y volvió a meterlo en mi boca. De pronto sentí el líquido cayendo por mi garganta y luego llenando mi boca de semen caliente. Tragué y lo miré.

—Nunca me habían dejado acabar en la boca—me dijo, como si hubiese sido la sensación más maravillosa de todas.

Yo lamí una gota que había caído por el pene y me sonreí. Tenía el sabor a su semen en mi boca aun...

Después de un rato en el cual no hablamos nada, hicimos la transacción y yo me fui a la entrada del metro. Por unos instantes, antes de entrar al andén, me sonreí.

Impresionante fantasía, impresionante.