miércoles, 15 de enero de 2014


Dame una mirada. Estoy caliente, te pienso y me excito. Mírame y lo sabrás. Te imagino repartiendo besos en mi cuello, chupando mis pezones, sonriéndome mientras lo haces. Te imagino ahora, antes de dormir y te pienso de una y mil formas.

sábado, 11 de enero de 2014

Otro trìo





Esta es mi historia, una de tantas que no me gustan.
Le miro y parece confiado, parece ansioso. Intento sonreír y mi corazón se oprime más, se apretuja cortándome el aire. Siento todo apretado dentro mío y, sin embargo, digo "da igual".
—Aún estamos a tiempo de cancelar todo esto—Me dice mientras me mira de esa forma extraña.
¿Cómo podría reconocer que estoy muerta de miedo? Soy orgullosa, soy testaruda y no me gusta perder. Vuelvo a sonreír y me esfuerzo en respirar. Por supuesto que el asunto sigue.
Lo miro y pienso en su cara, miro sus manos e intento no darle vuelta al asunto. ¿Cómo podré soportar que te toque alguien más, que tus manos se deslicen con la naturalidad que no deseo por otro cuerpo? Claro que siento miedo. Y  el nudo que tenía en la garganta desde que me nombró el bendito trío no me permite tragar la comida.
No me gusta nada.
No sé qué respondí. "Sigamos", "Sí, pero...", "No sé". Da igual, no me atreví a decir no. Quizás nunca te había visto tan animado en el plano sexual, me gustaba pero por dios que dolía, me ardía el orgullo extrañamente.
Ojalá alguien escribiese de las cosas malas que pasan cuando decides hacer un trío con tu pareja, ojalá alguien hubiese escrito sobre la porquería de fotografías que se quedarían guardadas ahí o simplemente el hastío por tu pareja.
Yo recuerdo haberle pedido que me preguntara al momento de que él quisiera metérselo.  Por dios que me molestaba toda esa situación, pensar en mi pololo metiéndosela a otra, en gemidos falsos, en gemidos verdaderos. Me pasé la tarde entera dándole vuelta al asunto, firme sólo por el orgullo sin la más mínima convicción de que me agradaría.
Siempre he sido tremendamente caliente, creo yo. Me gustaba, antes de pololear, la idea de swinger o tríos. Siempre me había gustado ver porno de ese tipo, siempre me calentaba la idea de tres personas culiando. Siempre pensé que, a la hora de querer a alguien, la calentura a pesar de todo iba a primar...¡Qué gran lección aprendería luego!
Cerraba los ojos y pensaba en lo malo que podría ser, ¿Querría volver a tener sexo con mi pololo?¿Olvidaría el asunto si es que no me gustaba?¿Volvería a ser todo como antes? Me preguntaba qué tan malo podía ser, qué tanto dolor se puede llegar a sentir. Sí, por supuesto que mi lado masoquista decía que estaba bien, un poco de dolor hace bien de vez en cuando.
Cuando él llegó a la tarde, nos bañamos y comenzamos  a caminar hacia la casa de esta mujer. Sentía cada vez más ganas de salir corriendo, más ganas de quedar como miedosa e incumplidora. Por más que lo intenté, y realmente lo hice, soy demasiado terca y orgullosa para retirar mis palabras.
A cada segundo quería salir corriendo, literalmente, pero cuando llegamos ya no sentí ganas de correr: sentí ganas de desaparecer.
Pierdo el interés rápidamente, con todos, ¿Perdería el interés con él?
Nos volvimos a bañar al llegar allá. Él hablaba con la Scort como si se tratara de algo muy simple, como si fuese costumbre. No me gustó, yo me sentía incomoda y realmente asustada. Incluso en ese momento sentí que no encajaba, que jamás encajaría con la idea del sexo pagado, que jamás encajaría con el trío.
Luego me sentí absurdamente fea, incluso si ella no hubiese sido lo más bonito que he visto, claro que era bonita y con un cuerpo muy bien formado. Me sentí absurda.
Claro, hablamos de algo y luego me empezó a besar. Me incomodaba el piercing que tenía en la lengua, se sentía aspero y extraño. No me gustó el sabor de su boca, sabía a desconocido...no sabía a mi pololo. Pero no me importó, era interesante volver a besar a una mujer, tocar pechos, acariciar curvas femeninas.
Pensé, por un par de segundos, que no iba a ser tan malo.
Pero luego lo vi a él, con esa cara de excitación que me pateó el estómago. Me dolió no poder ser más caritativa y decir "Si él siente placer yo también lo sentiré". No, por supuesto que no.
Ahí volvió el dolor de estómago, pero cuando él se acercó y la besó todo se derrumbó. Supe que vendría una hora entera de eso. No podía ponerme a llorar, no podía decirle que se detuviera, el orgullo incluso ahí me aguantaba. No lo volví a mirar, no pude sostenerle la mirada porque sabía que él vería en mí lo que me pasaba.
Una hora que se volvió tortuosa cuando ella se lo chupó, cuando yo se lo chupé, cuándo me preguntó si se lo podía meter, nuevamente con esa cara que me dolió más que todo. Esa cara de excitación, de ansias. Tanto que me había costado que quisiera estar  conmigo, que quisiera metérmela y, la confirmación de mi teoría, se volvía realidad. Siempre pensaba que no quería metérmela porque era fea, porque no le gustaba y sin embargo todo el tiempo me contaba las historias con putas y otras mujeres. Me dolía en el alma y en ese momento, si había pensado que no dolería más, por dios que dolió.
Supe en ese momento que no podría olvidar, no podría perdonarme esto. Da igual ser caliente, da igual querer tener sexo sucio, salvaje, tragar semen,  las amarras, los disfraces, las nalgadas, el bondage, las lluvias. Da igual, nada de lo que hubiese practicado antes en mi vida sexual me había fastidiado a tal punto de no querer tener sexo más, de no querer ver porno.
Da igual decir que él se culió a la puta. No podía mirarlo, lo escuchaba. Dos veces miré con intención y realmente nada pudo dolerme más. Primero, él poniéndoselo en cuatro y yo sintiéndome como un espectador lejanísimo (como una imagen sacada de algún recuerdo de él). No pude tener sexo en esa posición sin volver a mirar la escena de lejos y él poniéndoselo a ella.
Segundo, las dos veces que acabó. Ambas en la boca de ella, ambas sin tener nada que ver...ambas sólo pensando en ella. No podría haberlo sabido, realmente, nunca podría haberlo hecho.  Cuán estúpida me sentía, cuán sucia, cuán culpable.  Seguía repitiendome "estúpida" a cada segundo.
¿Cómo iba a volver a mirarlo? Sentía asco, realmente asco. De amar a mi pareja con tanta locura y calentarme a cada segundo con él pasé a un abismante vacío de "no lo recuerdes, no pienses en él".  No podía pensar en él sin volver a recordar esa maldita hora, ese maldito trío.
Pienso, incluso ahora, mucho en este recuerdo. Reflexiono en este trío e intento tragarlo de manera racional.
¿Por qué me dolía tanto? ¿Era acaso mi orgullo herido que me decía que quizás mi pareja no disfrutaba conmigo en la cama lo suficiente? ¿Era, nuevamente, mi orgullo recordando las formas en que sucedieron las cosas y en todas mis deficiencias? ¿Era mi corazón que me decía que había permitido que mi pololo me cagara con otra mujer y yo, para recargalo todo, verlo? ¿Era mi mente que me gritaba a cada segundo "Estúpida" por traicionar todo cuanto sentía? ¿Era todo que me pedía a gritos dolor, castigos y alejarme de él?
¿Qué me dolería más: terminar con él porque no podía volver a tener sexo con él y porque recodaba toda esta situación a cada segundo, o no volver a verlo por una decisión que yo misma tomé?
Mi corazón tuvo que dejar de gritar y mi mente nuevamente tomó el control de todo, pero sé que todo sigue ahí, enterrado sin curar, sigue ahí como un sonido distante, un grito desde la habitación de al lado.
¿Leerá alguien esto antes de hacer un trío con su pareja? Ojalá.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Estoy caliente




Me pasa que estoy caliente, ando con una calentura de los demonios. De esos días que pareciera irrefrenable. Me podría masturbar todo el día y seguir con la calentura.

Salgo de mi casa con la sensación de que debería quedarme en la cama, ir a tu cama, tener uno de aquellos mañaneros. Es terrible, se siente incluso como angustia.

Me siento húmeda mientras voy en el metro, siento que ante mí pasan los trozos de pornos, de escenas de sexo, de lenguas en mi clitoris o de penes en mis manos. No lo sé, voy en el metro y me imagino gente teniendo sexo, culiando salvajemente, tirándose el pelo y gritando cochinadas. No quiero sentarme porque me dan ganas de restregarme en el asiento, de balancearme de una pierna a la otra mientras las tengo cerradas.

Voy en la calle y voy mirando, pensando, intentando no sentir esa excitación salvaje. Voy mirando y a cada rincón que pasa me imagino haciéndolo ahí, en algún parque, en las escaleras, en el baño de la universidad, en la capilla...encima de mi escritorio. Y, si no, voy imaginando cómo sería hacerlo con toda esa gente ahí como espectadores, a cada hora, en este mismo instante.

Me ducho pero no ayuda, tanta humedad se siente extraña, se siente rica. Vuelvo a imaginar lenguas deslizándose por mi piel, saliva tirada, besos que se resbalan hasta mi vagina, hasta mis pezones o que se aprietan en mi cuello. No puedo pensar en otra cosa, no sé si estará mal, no sé si estará bien...no sé si te gustará. Sólo está ahí, perturbando todo cuanto hago.

Nada sirve en este caso más que culiar, más que sentirte dentro mío, más que sentir tu saliva dentro de mi boca. Tu sabor. Nada puede calmar esta calentura más que tu lengua, su textura, su calor o tu voz, ¿Si me gusta como me chupaste el chorito? Uhm, sólo pensarlo me dan ganas de gemir. ¿Si me gusta sentirte arriba mío? No sé si pueda estar acostada sin excitarme, sin imaginarte al lado mío de rodillas con tu pene para ser chupado. No puedo, realmente estar acostada intentado dormir, pensando en tu cuerpo entre mis piernas, en tu cara entre mis manos, tu lengua, tus labios, tu cuerpo entero ahí.

Me ahogo, me exaspero mientras escribo esto. Se me viene todo a la vez. No sé qué será, pero es un frenesí que me invade y que pareciera que no entiendes.

Sólo sé que estás ahí, colmando mis sentidos. Me puedo masturbar, ciertamente, pero estarás ahí, nublándolo todo con tu recuerdo, hasta que me beses otra vez, hasta que me mires y me beses nuevamente. Sentiré esto hasta que tú quieras...terriblemente, pero verdad.


viernes, 15 de febrero de 2013




Pesa la noche sobre mi cuerpo. Tirada en mi cama siento el peso del día en mi piel y mis ojos repasan cerrados los colores del día, las miradas y aquellos recuerdos cortados. Me tardo al final, en mis recuerdos favoritos.
Y ahí estás tú, en esa añoranza última de mi día. Me sonrío al recordar tu mirada puesta en mis ojos, tus manos apoyándose en mí y la sonrisa que refleja la mía propia. Me sonrío en la oscuridad, miro al techo y tus acciones comienzan a correr por mi cuerpo.
Primero estas al lado mío y luego tu boca sobre mis labios, tu lengua, tu cuerpo, la agitación mía que se contrae en sólo líquido humedeciendo, cosquilleando en partes que te recuerdan siempre.
 El sonido que haces al levantarte y ponerte arriba mío, aún con tu boca besando mis labios, y mis piernas que se abren con una premura extraña. Me sonrío. Tus ojos no dudan al estar en esa posición, están quietos, decididos. Mis labios anhelan de una forma diferente en ese momento y en medio de este recuerdo vuelvo a sentir los cosquilleos y la garganta se cierra una vez más.
En medio de esta noche te recuerdo y sin meditarlo mucho mis piernas se abren ante un recuerdo tuyo invisible, mi entrepierna se eleva para frotarse con tu cuerpo y entre mi somnolencia pareciera que te veo ahí.
Me doy vuelta en la cama, pero la sensación de presión de mi propio cuerpo me excita y me olvido de dormir. Escucho tu voz, murmurando lo rico de se siente, murmurando mi apodo y abro mis ojos en medio de la oscuridad para buscarte. Me miras desde algún lugar, en medio de mi calentura, tu mano o mi mano frotando mi clítoris y ese murmullo silencioso que va para ti.
Simplemente tu recuerdo no se me va nunca.
Mi boca te busca, se hincha estimulada por aquella humedad en tu lengua, y en esta noche sólo se seca del recuerdo. Sin embargo estás ahí vívido para mí, tan cerca de mí, tu piel tan cercana y familiar y tus ojos vagando por todas partes. Te quiero dentro mío, quisiera decirte al oído cuando me sacas de cordura con tus besos y mis piernas se elevan para sentir tu erección.
Siempre quedo sin palabras, sin demandas ni elogios, sólo gemidos que parecieran salir de todos lados. En esta noche te recuerdo y nuevamente la sensación de presteza se apodera de mis sentidos, quisiera gemir tu ausencia, quisiera sentirte dentro mío o si quiera cerca. Mis dedos se deslizan por el clítoris humedecido, de arriba hasta abajo tomando la lubricación. De espaldas te recuerdo mejor, te lo he dicho, recuerdo tu lengua en mis pezones y tus labios cerrándose para chuparlos, recuerdo tu pene erecto penetrándome, tu lengua en mis orejas, tus manos presionando mis pechos, la fuerza al ingresar que me frota contigo y la sensación de posesión que tanto me gusta. Se me viene todo de golpe.
Mi noche se vuelve larga al recordarte. Pienso en ti penetrándome y luego siento tu boca en mi clítoris, tu lengua deslizándose rápida, frotando una y otra vez hasta  que acabo. No es complejo acabar en mi cama con este recuerdo, ahora con mis manos. Sentir la sensación de abandono, mis músculos tensos, mis pulmones vacíos de gemidos y la explosión de mi piel en tu cama, mi cama. Un orgasmo que se me queda en la calentura de no tenerte.
Segundos eternos que no queda nada bajo mi cuerpo, sólo una sonrisa impalpable que desea posarse en tus labios.
¿Cuánto queda para volver a verte? La pregunta se queda ahí antes de dormir, antes de que la somnolencia se apodere de mí. Poco, pienso, muy poco.  

viernes, 7 de septiembre de 2012

Una transacción monetaria



—"¿Y cuál sería una de tus fantasías no realizadas?"—me preguntaron una vez, con cierta curiosidad humana.

—"Mmmmm"—Me quedé pensando varios minutos y nada se me venía a mi cabeza.

La pantalla del computador seguía brillando ahí y la pregunta estaba hecha.

—"No sé, creo que ninguna por el momento"—contesté tecleando rápidamente.

La respuesta saltó ahí.

—"¿Alguna vez has fantaseado con que te paguen por sexo?"—me preguntó y rápidamente supuse a donde iba todo.

—"Algunas veces he pensado en aceptar plata...pero no sé, me da cosa"—contesté con una sonrisita que quería decir más.

Apreté mis manos y solté mis dedos para seguir escribiendo. Antes de enviar nada, otra vez una linea sugerente se asomó ahí.

—"¿No te interesa chupármela por 20 mil?"—Me sonreí y mi garganta se secó un tanto.

—"Mmmm"—puse sólo aquello en la ventana de la conversación.

Claro que me había excitado esa idea, en definitiva, comenzaba a funcionar como una fantasía interesante de realizar.

—"No tendrías que tragarlo, pero sería genial probar eso"—agregó al rato.

Miré una vez más la pantalla y sin pensarlo mucho volví a teclear.

—"Podríamos juntarnos mañana, ¿Conoces el teatro de la Chile?"—le pregunté.

—"¿Quién no lo conoce? Jaja, está en Plaza Italia...¿Quién no conoce Plaza Italia?"—me reí y por las risas supuse que él también.

Realmente había sido una pregunta idiota.

—"Juntémonos ahí a las dos del a tarde, entro tarde a la universidad"—agregué en el párrafo.

—"Mañana entonces"—puso y un icono sonriendo—"Acuérdate que el de pelo largo rubio soy yo"

—"y tú acuérdate que no me gustan los rubios"—le dije ente risas.

Esa noche no podía dejar de pensar en lo que pasaría al otro día. Me daba vueltas y las imágenes eróticas se me venían a la cabeza una y otra vez, como un anticipo, como una promesa de algo nuevo a mis sentidos.

Me levanté y mientras pasaba el día sabía que a las dos de la tarde sabría lo que era prestar servicios sexuales. Me sonreía y fantaseaba.

Miré el techo del teatro de la universidad de Chile y justo debajo estaba mi compañero de charlas. Me sonreí y fui a saludarlo, recordé que era tímido así que simplemente hablé poco.

Caminamos por los sectores y, sin pensarlo mucho, se me ocurrió ingresar a un edificio antiguo del sector. Habían dejado la puerta abierta y parecía bastante tranquilo. Lo arrastré adentro y subimos al último piso del edificio, el cual sólo tenía dos departamentos por planta y unas pequeñas escaleras.

—Ya—dije con rapidez—tú mira esa puerta—le dije mientras apuntaba la puerta de uno de los departamentos—y fíjate que no venga nadie.

Se sonrió y se bajó el cierre del pantalón. Las puntas de mis dedos comenzaron a sentirse ansiosas y lo miré. No lo pensé mucho, nada en realidad, simplemente me arrodille y lo miré hacia arriba.

—Sácamelo y métetelo en la boca—me dijo con la voz media ronca, con una sonrisa extraña.

Lo miré unos segundos, miré al rededor y sin muchos apuros comencé a chuparlo. Era lo que había estado esperando todo el día, después de todo. Muchas mujeres quizás no entienden lo erótico y poderoso que puede ser hacerlo. Pues para mí, sentir la caderas intentando meterlo más adentro en la garganta, sus manos ansiosas intentando agarrar lo que sea y sus rostros: llenos de una carga placentera. Todo, todo en ellos se vuelve erótico.

Sentía su miembro dentro de mi boca y me concentraba en chuparlo nada más, de lamer y absorber la textura.

—Mírame—escuche decir y mis ojos automáticamente se abrieron.

Lo saqué de mi boca y lo miré. Comencé lento nuevamente, pasando con cierta incitación mi lengua en la base de su pene, mi lengua acariciando su frenillo... mis labios ahí, chupando de arriba a abajo. Y mis ojos se mantuvieron abiertos, atentos a sus facciones.

Luego de minutos me pidió que volviera a meterlo en mi boca. Lo hice y agarró mi pelo y empujó mi cabeza contra su pelvis, una y otra vez.

—¿Dónde quieres que te acabe?—me preguntó luego de un rato.

Pensé en mi cara, pero no tenía pañuelo ni nada para limpiarme.

—En mi boca—dije sonriendo.

Soltó lo que parecía un gruñido ronco y volvió a meterlo en mi boca. De pronto sentí el líquido cayendo por mi garganta y luego llenando mi boca de semen caliente. Tragué y lo miré.

—Nunca me habían dejado acabar en la boca—me dijo, como si hubiese sido la sensación más maravillosa de todas.

Yo lamí una gota que había caído por el pene y me sonreí. Tenía el sabor a su semen en mi boca aun...

Después de un rato en el cual no hablamos nada, hicimos la transacción y yo me fui a la entrada del metro. Por unos instantes, antes de entrar al andén, me sonreí.

Impresionante fantasía, impresionante.



martes, 26 de junio de 2012

Algo acerca de él



Pensé en escribir un recuerdo que podría llamar la atención, pero las instancias me hacen volver a otro. El trío con dos hombres, fue en definitiva, un gran recuerdo pero lo dejaré para la siguiente ocasión.

Les debo confesar, tal y cual la mayoría de mis entradas dicen, que mi calentura y mi curiosidad siempre han estado guiando mis caminos sexuales. Luego de experimentar muchas cosas (entradas faltantes), me puse a pensar en que quizás tener una relación estable no sería malo.

A pesar de todo el primitismo anterior y del gusto innato por el sexo fuerte y sin sentido, me puse a pensar en aquella idea. Deseaba saber qué se sentía tener sexo con alguien por motivos más fuertes que calentura, lo hice claro.

Un día, hace pocos días, un recuerdo de aquel tipo es el que inunda mi mente ahora. Verán, aprendí que tener sexo con sentido es algo realmente poderoso, eróticamente hablando. En mis noches de calentura, ahora, no se me viene el recuerdo de dos hombres ni el recuerdo de sexo público.

Se me viene él a mi cabeza.

No hablaré mucho de él, pues creo que le parecería incomodo que le dedicara una entrada explicando y relatando lo que me calienta en ese recuerdo/en estos recuerdos. Pero, les aclararé algo, desde el principio hubo algo interesante en su modo de actuar. Quizás era cierta inseguridad en pedir y cierta tensión en querer más.

Pues bien, hoy día o anoche más bien, supe que no podía estar enojada con él, pues las mujeres no logramos sentir deseos por hombres frutos del enojo. No, no, el lívido desaparece y la tensión es eterna. Mi calentura, desde hace muchos meses, siempre va enfocada en la misma figura y en los mismos recuerdos—hecho que antes de conocerlo me parecía muy lejano, dadas mis circunstancias—que se me vienen una y otra vez.

Lo que me sucede en estos momentos, cuando el cariño hacia una figura masculina se acrecienta, es una excitación diferente, más concentrada y en cierto modo el foco se hace más fuerte.

Realmente la explicación de porqué él lo hace mejor sería irracional, así como sentarme a explicar porqué mis orgasmos son tan largos e intensos. Simplemente, a mi juicio, es seguridad y protección que se agregaron. En momentos como estos, donde la calentura invade mis pensamientos, él aparece ahí: su voz, sus movimientos, su todo.

Digo, mi mente suele fantasear con situaciones extrañas, con sexo público o con sexo en cualquier parte, pero me es inevitable no imaginar que es él quien está ahí acompañando esa fantasía. Incluso me he atrapado pensando en llamarle cuando me masturbo o simplemente pervirtiendo todo su circulo.

Fantástico para mí, para todos, pues es una fuente inagotable de relatos sin escribir y de calenturas no terminadas. Quizás un día de estos, cuando lo logre en mi vida, escriba sobre un trio: alguna mujer, yo y él en esa misma historia.

Eso era lo que debían saber acerca de él, que dandome muchas vueltas, fue muy poco realemente y todo a su vez.










sábado, 26 de mayo de 2012

No cazar, zona de mujeres




NO CAZAR


Dicen que los hombres son cazadores. Coincido, confieso ahora sin mucho énfasis en el asunto, pues la experiencia lo dicta así y cada historia lo reclama de ese modo.

Es normal ver hombres con sus armas poco refinadas buscando presas, con su testosterona a flor de piel y su virilidad como muestra. Todo hombre nace cazador, y el que no, no entra en el circuito heterosexual de la vida. No es difícil distinguir cuando una mujer es el objetivo de muchos cazadores, pues el asecho es claro y persistente.

Tristemente, sólo hay uno que se lleva aquella piel a su cama y que luego fanfarronea. El resto, busca otros objetivos y todo comienza nuevamente. También, debo agregar, es sabido que los hombres sí pueden estar persiguiendo la misma presa por muchos años, décadas y no desencantarse...pero la naturaleza dicta que el hombre siempre está buscando algo más apetecible (A pesar de cualquier excusa).

Ahora bien, mi relato no va por ese lado, sino por el lado femenino.

Las mujeres tenemos la naturaleza de animalillo indefenso, no más indefenso que un felino salvaje claro está.

¿Gatitas o leonas? Frente a un mundo donde los hombres no cazan, debo decir, que las mujeres adoptan el papel necesario para complacer a su objetivo. Y ésta es una de esas historias...

Sólo podría haber concertado una cita de ese ámbito en una sala de chat caliente. Las frecuento, les digo con franqueza, pues no hay mayor placer que el encontrar entre una manada de idiotas iletrados alguien que con pocas palabras desencadene algo más que “curiosidad” en la cabeza. Fue de un contacto que saqué de ahí, una mujer bisexual que deseaba un favor mío y que por ende agregué a MSN para saber cuál era y si entraba en mis límites.

Les reconozco a su vez, que los encuentros con mujeres en mi vida, en esa época, eran algo que me intimidaban y me hacían retroceder un poco.

Sucedió así:

Mi amiga solicitó mi presencia en un lugar, que determiné luego que era su departamento. Me dijo que en ese lugar iba a estar ella y su pareja actual, la cual era una mujer cercana a los 20 años. Mi amiga, un poco mayor, le había prometido discreción total con respecto a la persona que iba a estar ahí.

Previamente, me había explicado que su polola era tímida y recién había empezado su vida sexual con mujeres. Yo le pregunté qué debía hacer y ella sólo dijo: Mirar.

Mirar siempre ha sido mi fuerte. Me gusta observar casi todo tipo de cosas, memorizar algunos movimientos y otros simplemente adoptarlos como esencia mía. Acepté sin pensarlo mucho.

¿Condiciones? No podía masturbarme si me calentaba ni tampoco podía entrometerme entre ellas. Era una de las fantasías de la polola que le había costado soltar, y que como me contaba mi amiga, no había ni siquiera planteado en no cumplirla pues a ella también le gustaba la idea.

Llegué ese día a su departamento. Las saludé y conversamos un rato. Estaba oscuro y me preguntaron si quería algo para tomar.

Vodka. Eso pedí estratégicamente pues al ser una bebida neutra, no me producía los estragos del ron u otro destilado. Sólo me relajaba, pues a penas las vi supe que se venía algo complejo para mi mente.

Mi amiga un poco más baja que yo, contextura mediana y las medidas justas, sin destacar la delantera ni la trasera. Su polola, a diferencia, era y es una de las mujeres que más me han llamado la atención.

Quizás era la inocencia, pues debo confesar que nunca me han agradado las caras de las estrellas pornos ni de cualquier mujer que brille por su cara de caliente (No logran llegar a mi lívido, pues la convicción de la falsedad brota en todas partes). Ella tenía aquel brillo inocente en los ojos, era pequeña y de contextura delgada. Femenina hasta las orejas, y me sonreí al pensar eso.

Seguimos conversando con tranquilidad, tomando poco y escuchando música (una seudo hippie que hacía mis nervios tiritar). Me retraje por unos instantes y al volver las vi besándose.

Mi amiga le acariciaba el pelo y enredaba sus dedos en la nuca de la otra. No entendí porqué, pero la escena no me pareció sexual, más bien conmovió algo en mí que nada más había hecho. Pero las imágenes siguientes hicieron que mi entrepierna se sujetara con anticipo.

Ambas siguieron, con besos y caricias que se profundizaban hasta donde la ropa topase. Una de ellas coló su mano por debajo de la polera y acarició con presteza uno de los pechos que se irguieron con excitación ante la caricia. Me vi rodeada de recuerdos, de manos atrapando mis pezones con la misma dedicación y me excité.

No me permití parpadear mucho.

Al ver aquellos besos, caricias, se podía notar quién cazaba y quién era la que huía; quien dominaba y quien sucumbía; quien ocupaba el arnés, quien llevaba el ritmo, quien abría las piernas, y un sin fin de apodos cariñosos para los roles.

La niña tímida era quien abría sus ojos de vez en cuando para leer el cuerpo de su polola, para saber qué deseaba, y por consecuencia, qué era lo que debía hacer.

Agradecí no estar en ese sillón, pues jamás había visto la escena desde el puesto del tercero y sabía que estar en aquel sillón afectaría mis sentidos más que la cuenta. Me dediqué a mirar hasta que mi amiga se sacó su polera y miró a su polola con una invitación exclusiva a su cuerpo.

Mordí mis labios ante la expectación. Mi amiga me miró y me indicó su pieza. Sin esperar respuesta la tomó de la mano y yo me fui justo detrás de ellas. Había un pequeño sillón y ahí me acomodé.

Mi amiga se sentó a horcajadas sobre su polola y le ayudo a sacarse la polera y el sostén. Subió hasta quedar en un ángulo de 90 grados y observó sus pechos. Miraba el rostro tímido y sonrojado y sentía dicha, aquel placer que compromete ser el foco de atención de un solo par de ojos (sin agregarme). Supe enseguida que el placer de ella yacía en el deseo, en sentirme deseada.

Acarició uno de sus pechos y sus pezones e endurecieron. Quien estaba arriba sonrió y su mano vagó al otro, hasta que la cadera de su polola se levantó en reacción. Lamió uno de los pezones y lo atrapó entre sus labios, presionó con determinación hasta sentir los jadeos de su pareja.

Veía las escenas como alguien externa, como desde un pequeño agujero en la pared, sintiéndome infame y excitada a la vez, con la malicia corriendo en mis venas. Entendí al Voyer en su casi total expresión y comprendí el porqué la niña tímida lo había pedido. Comprendí a su vez porque muchos de mis amigos me había pedido estar en la misma pieza mientras tenía sexo con otro, porque la emoción de ver algo así iba más allá de la admiración y la calentura, a un nivel exclusivo.

El poder de la escena se intensificó al ver sus cuerpos frotándose, al ver sus rostros, al sentir sus movimientos como parte de los míos. Una acariciaba con exceso de delicadeza el clítoris de la otra; una acunaba y presionaba entre sus manos los pechos; otra gemía de placer y tanteaba con sus manos y sus piernas a la otra; una abría las piernas en busca de más y otras simplemente llevaba su boca hasta el centro de la humedad misma.

Y claro, el sexo oral entre mujeres es algo mítico que transmite un acoplamiento de cuerpos interesantes. Me dieron ganas de probar el sabor, de sentir en mi lengua enredándose en ese clítoris y no sólo estar sentada observando. Casi me muerdo la lengua.

Luego de un rato, donde mi amiga tenía hundida su cabeza entre aquellas piernas, miré más arriba y supe el momento exacto donde quien recibía oral comenzó a sentir las oleadas del orgasmo aproximándose. Fue en ese momento cuando mi garganta se secó sin remedió alguno.

Ver la espalda un tanto arqueada, los pechos levantados y sus manos buscando algo en qué aferrarse...aquel todo que dejaba la calentura en un escalón más arriba. Gimió el nombre de mi amiga, que tristemente comenzaba igual que el mío, y lo hizo más de una vez.

Al acabar, bajó sus manos al pelo de mi amiga y tironeó suavemente de él. Ella sacó su cabeza de ahí y subió a besarla. Con las piernas entrecruzadas, me percaté de la sensibilidad que había entre ellas, aquella excitación por lo mínimo y el disfrute de la belleza de una manera diferente.

Los hombres no cazan en ese territorio, por ende, los animalillos andan sin miedo al rechazo.

Debo agregar, con tristeza, que esas imágenes son las más claras en mi cabeza hasta el día de hoy. Quizás el hecho de que mi amiga no lograba atraerme me hizo olvidar el punto en que ella logró el orgasmo, pues su polola eclipsaba sin duda las sensaciones en mí y todo llegó a su punto al verla acabar.

No soy lesbiana, digo con claridad, pues jamás podría mantener una relación amorosa con una mujer. Puedo sentir aquella atracción abismante, pero no la sensación de protección que un cazador me da.

Eso fue lo que recordé hoy.