Pesa la noche sobre mi cuerpo. Tirada en mi cama siento el
peso del día en mi piel y mis ojos repasan cerrados los colores del día, las
miradas y aquellos recuerdos cortados. Me tardo al final, en mis recuerdos
favoritos.
Y ahí estás tú, en esa añoranza última de mi día. Me sonrío
al recordar tu mirada puesta en mis ojos, tus manos apoyándose en mí y la
sonrisa que refleja la mía propia. Me sonrío en la oscuridad, miro al techo y
tus acciones comienzan a correr por mi cuerpo.
Primero estas al lado mío y luego tu boca sobre mis labios,
tu lengua, tu cuerpo, la agitación mía que se contrae en sólo líquido
humedeciendo, cosquilleando en partes que te recuerdan siempre.
El sonido que haces
al levantarte y ponerte arriba mío, aún con tu boca besando mis labios, y mis
piernas que se abren con una premura extraña. Me sonrío. Tus ojos no dudan al
estar en esa posición, están quietos, decididos. Mis labios anhelan de una
forma diferente en ese momento y en medio de este recuerdo vuelvo a sentir los
cosquilleos y la garganta se cierra una vez más.
En medio de esta noche te recuerdo y sin meditarlo mucho mis
piernas se abren ante un recuerdo tuyo invisible, mi entrepierna se eleva para
frotarse con tu cuerpo y entre mi somnolencia pareciera que te veo ahí.
Me doy vuelta en la cama, pero la sensación de presión de mi
propio cuerpo me excita y me olvido de dormir. Escucho tu voz, murmurando lo
rico de se siente, murmurando mi apodo y abro mis ojos en medio de la oscuridad
para buscarte. Me miras desde algún lugar, en medio de mi calentura, tu mano o
mi mano frotando mi clítoris y ese murmullo silencioso que va para ti.
Simplemente tu recuerdo no se me va nunca.
Mi boca te busca, se hincha estimulada por aquella humedad
en tu lengua, y en esta noche sólo se seca del recuerdo. Sin embargo estás ahí
vívido para mí, tan cerca de mí, tu piel tan cercana y familiar y tus ojos
vagando por todas partes. Te quiero
dentro mío, quisiera decirte al oído cuando me sacas de cordura con tus
besos y mis piernas se elevan para sentir tu erección.
Siempre quedo sin palabras, sin demandas ni elogios, sólo
gemidos que parecieran salir de todos lados. En esta noche te recuerdo y
nuevamente la sensación de presteza se apodera de mis sentidos, quisiera gemir
tu ausencia, quisiera sentirte dentro mío o si quiera cerca. Mis dedos se
deslizan por el clítoris humedecido, de arriba hasta abajo tomando la
lubricación. De espaldas te recuerdo mejor, te lo he dicho, recuerdo tu lengua
en mis pezones y tus labios cerrándose para chuparlos, recuerdo tu pene erecto
penetrándome, tu lengua en mis orejas, tus manos presionando mis pechos, la
fuerza al ingresar que me frota contigo y la sensación de posesión que tanto me
gusta. Se me viene todo de golpe.
Mi noche se vuelve larga al recordarte. Pienso en ti penetrándome
y luego siento tu boca en mi clítoris, tu lengua deslizándose rápida, frotando
una y otra vez hasta que acabo. No es
complejo acabar en mi cama con este recuerdo, ahora con mis manos. Sentir la
sensación de abandono, mis músculos tensos, mis pulmones vacíos de gemidos y la
explosión de mi piel en tu cama, mi cama. Un orgasmo que se me queda en la
calentura de no tenerte.
Segundos eternos que no queda nada bajo mi cuerpo, sólo una
sonrisa impalpable que desea posarse en tus labios.
¿Cuánto queda para volver a verte? La pregunta se queda ahí
antes de dormir, antes de que la somnolencia se apodere de mí. Poco, pienso, muy poco.
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