martes, 8 de mayo de 2012

Esto es lo que deseo




Esto es lo que deseo...

Un día cualquiera, invitarte a conocer mi ciudad. Ir a buscarte por la mañana, conocerte, hablar un rato, mirarte y reírme hacia el lado. Tonteras. Deseo acercarme a ti y susurrarte al oído cuanta palabra se me venga a la mente; palabras calientes, acciones que no me dejan dormir por el libido agolpándose en mi entrepierna. Sí, cosas que me gustaría hacerte y me mojan de solo pensarlas.

Deseo caminar en silencio hasta el un lugar tranquilo, y antes de llegar, llamar a mi pololo y decirle que voy en camino, que me espere desnudo porque voy el doble de caliente. Subir hasta la azotea de su departamento y arrinconarte en una pared. Besarte, claro. Poner mis manos justo donde termina tu cintura y comienzan tus pechos. Deseo tocarlos, saber cómo se sienten sobre mis manos, sentir tus pezones endureciéndose bajo tu ropa. Quizás incluso mis propios pezones se endurezcan de excitación.

Quiero ir y presentarte a mi pololo, quizás seguir dándonos besos, hasta que alguna de las dos entre en confianza. Quizás te invite a la cama, te diga que te acuestes y que si quieres te saques la ropa porque deseo esposar tus manos detrás de tu espalda. Me miras con cara de calentura y te sacas la ropa. Quizás lo hago yo también mientras. Mi pololo mira la situación extasiado y yo lo beso a él mientras tú te sacas la ropa.

Te pongo las esposas y las abrocho a tu espalda. Tus pechos se levantan y eso excita el ambiente. Puedo escuchar una exclamación de mi pololo diciendo que quiere tocarte. Lo hago yo primero y te miro, te pregunto si estás mojada. Me dices que sí. Me sonrío y te pido que te pongas en cuatro sobre la cama, con tu cabeza apoyada en el colchón.

Me acerco y te abro las piernas. Paso un dedo por entre tu clítoris y llego hasta donde todo pareciera estar húmedo, me sonrío. Me recuesto de espalda y pongo mi cabeza justo en medio de tus piernas. Acaricio tu clítoris lento primero, mi lengua sólo rodea y divaga hasta llegar al centro. Froto mi lengua ahí y te escucho gemir. Me calienta escucharte gemir.

Me detengo e introduzco un dedo dentro de tu vagina. Está caliente, húmeda y un tanto renuente. Mi dedo aprieta la entrada y lo saco. Sí, estás tan mojada como yo.

Te levanto de la cama y cambio de posición tus esposas. Las traigo adelante. Mi pololo, sin ropa, me acerca su pene para chuparlo. Te miro y te invito a hacerlo junto conmigo. Ambas nos ponemos de rodillas y antes nos besamos. Empiezas a lamer despacio por un lado y yo por el otro. Yo lo meto en mi boca y aprieto mis labios mientras lo deslizo hacia afuera. En cuanto sale de mi boca tú lo metes en la tuya y haces lo mismo.

Nos turnamos, un rato tú te lo quedas más y otro rato soy yo. Escuchamos los jadeos rápidos y nos detenemos. Miro a mi pololo y le susurro algo. Él me mira y yo te miro a ti.

Esto es lo que deseo...

Te libero de las esposas para que puedas desplazarte con mayor facilidad. Mi pololo se sienta en uno de los bordes de la cama y tú te pones con el trasero levantando y comienzas a meterte el pene de él en tu boca. Me pongo el arnés y me subo a la cama también. Tomo tu trasero y comienzo a lamerlo, a excitarlo de apoco y con mis dedos utilizo la lubricación para hacerte ceder. Te meto un dedo y presiento que estás lista.

Con cuidado te comienzo a penetrar, lento, retrocediendo, y una vez que está todo adentro sonrío al oírte gemir. Te digo que sigas chupándoselo a mi pololo y me haces caso. Sonrío y comienzo a penetrarte una y otra vez, con cierta delicadeza al principio que se pierde tras escucharte gemir más fuerte. Claro, si tuviese testículos estaría segura de que chocarían contra ti con fuerza.

Mi pololo se detiene y me pide que me saque el arnés. Lo miro y él tiene el control nuevamente sobre mi calentura. Me pide que me abra de piernas y me penetra. No soy testigo de mi propia calentura hasta que él me hace percatarme. Gimo y te miro. Estás como extrañada y recuerdo que quizás jamás hayas visto algo así en persona. Te pido que te subas sobre mi cara. Te sonríes perversamente y lo haces. Mientras tú acerca tu cara hacia donde está el pene, con cierta sorpresa. Un sesenta y nueve casi, de no ser porque yo te lamo a ti y tu lames a mi pololo.

Decidimos que ya es tiempo de hacerlo acabar. Nos levantamos y nos dedicamos a chupar, lamer y meter el miembro en nuestras bocas.

Esto es lo que deseo...

Él dice que abramos la boca y nos cae el semen en la cara, dentro de la boca, en los pechos. Y entonces recuerdo que deseo compartir el semen de mi boca en la tuya. Nos besamos y de cierto modo quedamos lamidas y pegajosas pero libre de semen. “Que no se desparrame nada” era un buen consejo después de todo.

Deseo hacerte acabar.

Esto es lo que deseo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario