Esto es lo
que deseo...
Un día
cualquiera, invitarte a conocer mi ciudad. Ir a buscarte por la
mañana, conocerte, hablar un rato, mirarte y reírme hacia el lado.
Tonteras. Deseo acercarme a ti y susurrarte al oído cuanta palabra
se me venga a la mente; palabras calientes, acciones que no me dejan
dormir por el libido agolpándose en mi entrepierna. Sí, cosas que
me gustaría hacerte y me mojan de solo pensarlas.
Deseo
caminar en silencio hasta el un lugar tranquilo, y antes de llegar,
llamar a mi pololo y decirle que voy en camino, que me espere desnudo
porque voy el doble de caliente. Subir hasta la azotea de su
departamento y arrinconarte en una pared. Besarte, claro. Poner mis
manos justo donde termina tu cintura y comienzan tus pechos. Deseo
tocarlos, saber cómo se sienten sobre mis manos, sentir tus pezones
endureciéndose bajo tu ropa. Quizás incluso mis propios pezones se
endurezcan de excitación.
Quiero ir
y presentarte a mi pololo, quizás seguir dándonos besos, hasta que
alguna de las dos entre en confianza. Quizás te invite a la cama, te
diga que te acuestes y que si quieres te saques la ropa porque deseo
esposar tus manos detrás de tu espalda. Me miras con cara de
calentura y te sacas la ropa. Quizás lo hago yo también mientras.
Mi pololo mira la situación extasiado y yo lo beso a él mientras tú
te sacas la ropa.
Te pongo
las esposas y las abrocho a tu espalda. Tus pechos se levantan y eso
excita el ambiente. Puedo escuchar una exclamación de mi pololo
diciendo que quiere tocarte. Lo hago yo primero y te miro, te
pregunto si estás mojada. Me dices que sí. Me sonrío y te pido que
te pongas en cuatro sobre la cama, con tu cabeza apoyada en el
colchón.
Me acerco
y te abro las piernas. Paso un dedo por entre tu clítoris y llego
hasta donde todo pareciera estar húmedo, me sonrío. Me recuesto de
espalda y pongo mi cabeza justo en medio de tus piernas. Acaricio tu
clítoris lento primero, mi lengua sólo rodea y divaga hasta llegar
al centro. Froto mi lengua ahí y te escucho gemir. Me calienta
escucharte gemir.
Me detengo
e introduzco un dedo dentro de tu vagina. Está caliente, húmeda y
un tanto renuente. Mi dedo aprieta la entrada y lo saco. Sí, estás
tan mojada como yo.
Te levanto
de la cama y cambio de posición tus esposas. Las traigo adelante. Mi
pololo, sin ropa, me acerca su pene para chuparlo. Te miro y te
invito a hacerlo junto conmigo. Ambas nos ponemos de rodillas y antes
nos besamos. Empiezas a lamer despacio por un lado y yo por el otro.
Yo lo meto en mi boca y aprieto mis labios mientras lo deslizo hacia
afuera. En cuanto sale de mi boca tú lo metes en la tuya y haces lo
mismo.
Nos
turnamos, un rato tú te lo quedas más y otro rato soy yo.
Escuchamos los jadeos rápidos y nos detenemos. Miro a mi pololo y le
susurro algo. Él me mira y yo te miro a ti.
Esto es lo
que deseo...
Te libero
de las esposas para que puedas desplazarte con mayor facilidad. Mi
pololo se sienta en uno de los bordes de la cama y tú te pones con
el trasero levantando y comienzas a meterte el pene de él en tu
boca. Me pongo el arnés y me subo a la cama también. Tomo tu
trasero y comienzo a lamerlo, a excitarlo de apoco y con mis dedos
utilizo la lubricación para hacerte ceder. Te meto un dedo y
presiento que estás lista.
Con
cuidado te comienzo a penetrar, lento, retrocediendo, y una vez que
está todo adentro sonrío al oírte gemir. Te digo que sigas
chupándoselo a mi pololo y me haces caso. Sonrío y comienzo a
penetrarte una y otra vez, con cierta delicadeza al principio que se
pierde tras escucharte gemir más fuerte. Claro, si tuviese
testículos estaría segura de que chocarían contra ti con fuerza.
Mi pololo
se detiene y me pide que me saque el arnés. Lo miro y él tiene el
control nuevamente sobre mi calentura. Me pide que me abra de piernas
y me penetra. No soy testigo de mi propia calentura hasta que él me
hace percatarme. Gimo y te miro. Estás como extrañada y recuerdo
que quizás jamás hayas visto algo así en persona. Te pido que te
subas sobre mi cara. Te sonríes perversamente y lo haces. Mientras
tú acerca tu cara hacia donde está el pene, con cierta sorpresa. Un
sesenta y nueve casi, de no ser porque yo te lamo a ti y tu lames a
mi pololo.
Decidimos
que ya es tiempo de hacerlo acabar. Nos levantamos y nos dedicamos a
chupar, lamer y meter el miembro en nuestras bocas.
Esto es lo
que deseo...
Él dice
que abramos la boca y nos cae el semen en la cara, dentro de la boca,
en los pechos. Y entonces recuerdo que deseo compartir el semen de mi
boca en la tuya. Nos besamos y de cierto modo quedamos lamidas y
pegajosas pero libre de semen. “Que no se desparrame nada” era un
buen consejo después de todo.
Deseo
hacerte acabar.
Esto es lo
que deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario